6/9/13

De la gloria de la sal

La gloria de Dios y las miserias del hombre a veces son parte de una misma reflexión como ahora. Recordaba por ejemplo la manera cruel en que fue asaltado nuestro hermano Felipe. Sin mediar palabra, le dispararon en la rodilla. Cayó al suelo y le pidieron su billetera. Casi sin poder moverse, la entregó. Pero antes de retirarse, el delincuente le disparó en la otra pierna.
¿Como veo la gloria de Dios en esto? Milagrosamente, ninguna de las balas tocó un hueso ni arteria importante. Los doctores también se sorprendieron de que saliera ileso de esos disparos. El único hueso afectado fue el de un dedo en el pie derecho. Gracias a Dios, no reultó en nada grave.
Seguramente el Estado debe hacer ya mismo algo bien planeado y ejecutado respecto a la seguridad ciudadana. Pero mientras exigimos eso como ciudadanos, ¿no debemos también hacer algo al respecto? Y es este el punto en el cual me duele que la Iglesia, en lugar de ordenarse, unirse y combatir con mayor efectividad las puertas del Hades, siga el juego al adversario concentrándose en el mutuo ataque.
Debemos recordar que la sociedad no tiene la fuerza necesaria para combatir el mal si no es con el poder que la Iglesia tiene. Es decir, mucha gente se inclina a callar, ser cómplice o a unirse a lo malo, solo por miedo. Por ejemplo tomemos un asunto sencillo: el cole. Un alumno al que sus padres le han enseñado valores... desligados de a religión o la fe, se encuentra en el colegio con un grupo de alumnos abusivos y burlones (allí los abusos se dan medio "en broma", medio en vacilon"). Ve a un alumno ser el punto de estos y pretende defenderlo. Pero la "mancha" se le "achora". Lo "cuadran" y le someten a un tratamiento sicológico intenso a partir de ese día. Y entre los "principios" que se le comienzan a inculcar está el de lo vergonzante que puede ser el convertire en "soplón".
¿Cómo es que las pandillas y las mafias van imponiendo su dominio si no es en base al miedo? Y sí, se que hay personas que procuran firmeza en sus convicciones, principios, valores... pero son pocas. La fuerza masiva, en mi opinión, está en las iglesias. Y estas se encuentran en todo lugar. En todos los estratos. Nuestra confianza en la eternidad con el Señor que nos rescató nos da suma fortaleza. De modo que se cumple la Escritura que afirma que el amor echa fuera el temor. Y si las iglesias pueden ser de mucha bendición, pienso que, por un lado, el Estado debe apoyarlas. Porque de su beneficio hablaríamos para rato, tocando una gama diversa de aspectos e implicaciones. Pero eso no bastaría. Los cambios legales que nos lleven a lograr libertad e igualdad, coordinacion y valoración desde el Estado, etc., no van a hacer mucho si las iglesias se desvirtuan. Nuestro Señor Jesucristo lo advirtió: 
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres...
 No. No lo digo para que mire a sus hermanos y los apunte con el dedo. Lo digo precisamente para que deje de juzgarlos y decida unirse más, procurar la unidad con las otras denominaciones, respetándonos... amándonos... como el Señor nos enseñó y ordenó.
Siempre digo que el mundo necesita la Iglesia. Pero una iglesia de verdad. ¿Qué ofrecemos, por ejemplo, que sea mejor que lo que el vaticano ha dado? Mucho iniciando con la verdad. Pero si permanecemos en ella, entonces será porque la seguimos en amor. Y así, el Hades retrocede, las calles son más felices... nuestra ciudad tiene paz y nuestro país florece bendecido. Aunque la tierra siga temblando. Porque la gloria del que vive por los siglos es así vista entre los hombres... y ¡esta es nuestra gloria!