... el mormonismo de Joseph Smith, que se originó en la ciudad de Palmyra, precisamente al norte de los Finger Lakes. No es común leer una descripción tan documentada y sincera -creo que es la única que se ha escrito del surgimiento de esta religión, como la biografía de Joseph Smith titulada No Man Knows My History, de la señora Fawn M. Brodie. La autora creció en una villa mormona entre las leyendas de los hechos milagrosos y el misterio de Smith el Profeta, y se ha impuesto la tarea de descubrir lo que verdaderamente ocurrió, con todos sus absurdos y escándalos.
Aquí, en el tan familiar oeste norteamericano, apenas en el siglo pasado, nos ha tocado tener exac- tamente ante nuestras narices el desarrollo del culto de un estafador, de un charlatán, de un insaciable libertino sin escrúpulos, y el establecimiento de una iglesia basada en él, sólida y respetable, que ahora florece con enormes y feos edificios sagrados, un tabernáculo y un templo, con su peculiar sistema educativo y su servicio misionero internacional, apoyado en escrituras fraudulentas y disparatadas, así como en la leyenda de Joseph Smith el mártir y en las hábiles administración e imposición de disciplina de su sucesor Brigham Young.
Joseph Smith nació en 1805; cuando tenía diez años llegó al corazón del estado de Nueva York, procedente de Vermont. De acuerdo con documentos no mormones citados por la señora Brodie, sus vecinos lo consideraban un muchacho mentiroso que provocaba problemas, muy dado a pretendidas hazañas de magia y a excavaciones de tesoros escondidos. A los veintiún años fue llevado a los tribunales como "persona escandalosa e impostora". Pero Smith era simpático y muy imaginativo. Uno de sus paisanos, que le ayudó a componer la tipografía para el Libro de Mormón, dijo de él: "Nunca conocí a un hombre tan ignorante como Joe con una imaginación tan fértil. Jamás podía contar un hecho cotidiano sin embellecerlo con su imaginación. Todavía me acuerdo del día en que él estaba triste porque el viejo Parson Reed le había dicho que se iría al infierno por sus hábitos de mentir."
Luego el joven Joseph Smith se interesó por los montículos funerarios de los indios y, como no sabía que eran simplemente cementerios, supuso que había ocurrido una batalla en la que habían muerto ahí. Cuando estaba por los veintidós, pretendió que Dios le había enviado un ángel vestido con "una túnica holgada de exquisita blancura", que había dicho llamarse Moroni, a darle a conocer un libro sagrado de revelación escrito en placas de oro. Smith afirmó que habia encontrado estas placas en una caja de piedra, junto con una espada y una coraza, a los que estaban atados los misteriosos Urim y Thummim, que se supone habían estado dentro del arca. No permitió que nadie viera las placas, en un principio; esto significaría, dijo, muerte instantánea. Declaró también que ese libro de revelación resolvía el problema del origen de los indios. Habían existido originalmente dos razas en América, que pelearon una contra otra durante mil años, y esos montículos eran los monumentos de sus batallas. Pretendió haber dictado el libro sin siquiera desenvolver las placas; más tarde puso un biombo entre él y la persona a quien estaba dictando y explicó que el ángel Moroni también lo había provisto de unos lentes que le permitían traducir las placas de lo que él llamaba "egipcios reformados". (Aún no se habían descifrado los jeroglíficos egipcios.)
De hecho, Smith trató de probar lo que decía mostrando lo que para él eran estas placas sagradas, cuyo texto fue declarado una conglomeración sin sentido por un profesor de clásicos de Columbia: "Letras griegas y hebreas, cruces y rúbricas, letras romanas invertidas o escritas de lado, ordenadas en columnas perpendiculares. El conjunto cabal es un trazo rudo de un círculo dividido en varios compartimientos, adornados con marcas extrañas y evidentemente copiado del calendario mexicano de Humboldt, pero copiado de tal modo que disfrazaba la fuente de la que se derivaba."
La "traducción" es un fárrago en jerigonza, en el que sólo tienen alguna dignidad los pasajes tomados de la King James Bible, cuidadosamente adulterados para hacerlos parecer diferentes. (Cuando, en un primer artículo en el New Yorker me referí a que Joseph Smith había "dictado" el Libro de Mormón, una oficina mormona oficial a la que se le mostró la frase trató de insistir en que había que cambiarla por "traducido".)
El profeta Lehí, de acuerdo con el Libro de Mormón, navega de Jerusalén a América en barcas pesadas que contienen especímenes de todos los animales que habrian de encontrarse en el continente norteamericano, incluyendo algunos como caballos, puercos y borregos- que, de hecho, los trajeron los conquista- dores y colonos europeos. Cuando pregunté a la Ofi cina de Información del Joseph Smith Memorial, en Palmyra, dónde estaban actualmente las placas de la revelación de Smith, me dijeron que habían sido devueltas al cielo.
Martin Harris, un granjero adinerado que ya había pasado por varias sectas, se convirtió en un mormón entusiasta. Testificó -cito a la señora Brodie- que "él había visto a Jesús en la forma de un ciervo, y que había caminado con Él dos o tres millas, conversando con Él con tanta familiaridad como un hombre con- versa con otro; el demonio, dijo, parecía burro, con el pelo corto y muy suave, parecido al de un ratón. Harris profetizó que Palmyra sería destruida en 1836, y que para 1838 la iglesia de Joseph Smith sería tan grande que no habría necesidad de un presidente de los Estados Unidos".
Había habido otras visiones en Nueva York: tres extranjeros desconocidos habían arado durante la noche un campo y habían regado otro con fertilizante. Y un anciano con una barba blanca se le había aparecido a la esposa de un granjero mientras ordeñaba, y le había dicho que como estaba muy fatigada él había sido enviado para fortalecer su fe. Se supone que el propio Joseph Smith arrojó a un demonio de un hombre que desde su juventud había sido lo que ahora llamamos un neurótico, y estaba obsesionado, como era común en ese periodo, con terrores morbosos sobre su salvación. Smith estableció en 1830 una iglesia con una congregación de seis miembros, que en un mes aumentó a doce.
Smith continuó teniendo mala reputación entre las personas que no se habían convertido. Fue asaltado por la muchedumbre, se le detuvo dos veces y dos veces fue absuelto. Se identificó a sí mismo con los mártires cristianos. Smith entonces comenzó a hablar, como los autores de algunos documentos del Mar Muerto, de la construcción de una nueva Jerusalén. Envió mi- sioneros a un evangelista de Ohio que en Kirtland, cerca de Cleveland, había establecido una pequeña colonia comunal, quien se convirtió casi inmediata- mente al Evangelio del Libro de Mormón. El propio Smith se trasladó a Kirtland, a la que declaró, ante los sesenta seguidores que lo acompañaban, la frontera oriental de la Tierra Prometida. Smith convirtió más gente, que se le unió en congregación, y el mormonismo se inspiró en el milenarismo en boga -una herencia de la profecía judía- que, en la primera mitad del siglo, había dado ímpetu a tantas otras sectas norteamericanas. Joseph Smith ordenó sumos sacerdotes y designó doce discípulos.
Resultó muy poco digno de confianza en sus pretensiones de realizar milagros: se supone que curó a una mujer con un brazo paralítico; pero fracasó en otros intentos de curaciones semejantes, y cuando lo retó un predicador campbelita, evadió la prueba preguntando si este escéptico prefería tener una mano marchita o ser cegado y confundido; explicó que como Ohio no era terreno consagrado no se prestaba a la realización de milagros. Habiendo sufrido en Ohio la afrenta de ser untado con brea y golpeado, Smith se trasladó a la floreciente ciudad de Independence, Missouri, donde fundó una Ciudad Santa con sólo colocar la piedra angular de un templo. Smith había persuadido a muchos de sus conversos a que donaran su dinero al movimiento y cedieran legalmente sus propiedades a su iglesia.
Por todas partes se persiguió a los mormones. Habian establecido un banco en Kirtland, un banco falso que se suponía apadrinado por Dios y que estaba apoyado en unas reservas de las que Smith disponía audazmente. La bóveda del banco contenía muchas cajas, cada una rotulada por 1 000 dólares, que de hecho, bajo una capa de monedas genuinas de a medio dólar, sólo guardaban piedras, arena y hierro viejo. Cuando los cuentahabientes comenzaron a presionar con urgencia, el banco giró nuevos vales que a veces cambió por buen dinero; pero cuando fue evidente el fraude del banco los mormones se vieron abrumados por demandas judiciales y hubo una or- den de aprehensión contra Joseph Smith.
Los mormones tenían que estarse desplazando siempre hacia el oeste y Smith, en 1844, cuando tenía treinta y nueve años, fue muerto a tiros en una cárcel de Illinois, a la que se le había consignado por quemar la imprenta de un periódico enemigo. Por supuesto, la leyenda convirtió todas estas desgracias en martirios. Es obvio que Joseph Smith tuvo efecti- vamente algo del magnetismo personal, del poder hipnótico que sugiere lo sobrenatural y al que, por otra parte, la biógrafa implacable declara no ser in- sensible del todo. Smith tenía una vitalidad robusta y firme, una cordialidad propicia al éxito; era particularmente persuasivo con las mujeres y, según la señora Brodie, quería irse a la cama con cualquiera que le gustara, incluyendo las esposas de sus colegas, lo cual inspiró en primer lugar la política de poligamia -práctica que aumentó la impopularidad de los mor- mones- a la que, en público, Smith siempre repudió.
Joseph Smith debió vivir gran parte de su vida en una fantasía megalomaniaca, aunque también era un farsante consciente y decidido que cierta vez calificó a sus seguidores de "inocentones". Después del asesinato de Smith en Illinois, Brigham Young introdujo a los mormones en el yermo y deshabitado Deseret, como se llamaba entonces a Utah, donde este secuaz más austero y práctico estableció la Iglesia de Jesu- cristo de los Santos del Último Día como comunidad independiente y estable.
Se ha erigido cerca de Palmyra una alta columna de granito en memoria de la revelación de Joseph Smith. Este monumento es obra de un escultor noruego que se convirtió al mormonismo en Noruega. En la cum- bre de la columna está una estatua dorada del ángel Moroni, que levanta su brazo derecho hacia el cielo y bajo el izquierdo sostiene las placas del libro. La co- lumna representa el gran rayo de luz que vino hacia Joseph Smith en un bosque cercano y que simboliza la estructura administrativa de la iglesia mormona. En tres de los lados de su base hay figuras que representan a Smith en el momento de recibir las placas del ángel, a los Tres Testigos que se supone que testificaron más tarde haber tenido el privilegio de contemplar, en compañía de Smith, las placas y el ángel; y a los Ocho Testigos que todavía después testificaron haber visto y palpado las placas -unque dijeron que, al principio, cuando se abrió la caja, les había parecido que estaba vacía hasta que Smith los exhortó a arrodillarse y a rezar para que les fuera aumentada la fe. A los primeros Tres Testigos se les muestra de pie, en deferencia al ángel, con sus sombreros de paja de la época en las manos; fueron muy importantes para confirmar el relato de Smith, quien les hizo firmar una declaración según la cual él había convocado al ángel en su presencia...
