Se suele presentar
el día de la mujer como una celebración de la lucha que las mujeres han
sostenido en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo. Y no sólo
es respetable sino encomiable esta lucha. Pero, algunos objetivos y sus logros no parecen ser muy
acordes a la justicia, la paz o el verdadero desarrollo que se pretende alcanzar. Por ejemplo:
¡Se las necesita mujeres!
Es decir, que sean lo que son y que defiendan lo que son, con orgullo y dignidad. Hoy, la defensa “feminista”
ya no lo es más. Se trata de defender homosexualidad. Se trata de lo “transgénero”.
Y se le puede preguntar a las mujeres violadas en las prisiones por “mujeres
trans”, o a las deportistas que se vieron vencidas por esos, (algunas inclusive
pagando con su salud o su vida).
¿Dónde ha quedado
la defensa de los verdaderos derechos de las mujeres? ¡Han quedado relegadas! Y
tal parece que se las ha abducido en esa ideología de modo que ahora ellas,
serviles, defienden “los géneros” (como si tal cosa existiese), de modo que están defendiendo a los que las atacan, deshaciendo lo más
precioso que poseemos de este mundo: la familia.
¡Se las necesita esposas!
Hay muchas virtudes
en las mujeres. Y entre estas también están su sensibilidad y su feminidad. Pero
además, su valentía, su coraje y resiliencia. ¡Pueden ser varoniles! Pero eso
no las constituye enemigos de los varones, ¿verdad? Nosotros las necesitamos. Y ellas a nosotros... ¡Así fuimos diseñados!
En la famosa comedia de Aristófanes, Lisístrata,
las mujeres realizan una huelga sexual contra sus cónyuges, (y pensar que en una
página de la ONU se toma la historia como cierta). Y en esa misma línea, el
movimiento feminista actual, lleva a las mujeres a irse tornando en enemigas de
los hombres. ¡Como si no nos necesitáramos! El sexo es visto como una especie
de guerra y tránsito de opresión y no como un medio generoso de unidad y
felicidad mutua. Toda una extraña transformación ideológica de aquello que es
natural y que el Creador nos concedió.
¿En qué pretenden
ser las mujeres “iguales” a los hombres? ¿En fuerza? No lo son. Y esto es cosa
de la naturaleza. ¿En fortaleza emocional? Tampoco. Entonces, en derechos. Y en
esto sí estamos de acuerdo. Y me parece bien que en la Revolución Francesa, las
parisienses hayan pedido "libertad, igualdad y fraternidad" marchando
hacia Versalles para exigir el sufragio femenino. Sólo que esa igualdad de
derechos no puede implicar la paridad porque es injusta. Aunque los hombres tengamos
los mismos derechos como género, eso no significa que se contrate o pague igual
a todos. Depende del tipo de trabajo, de los riesgos, habilidades, capacidades,
responsabilidad, arte, eficiencia, etc., que cada uno aporte. Por lo tanto, una
mujer no debe ser contratada o recibir el mismo pago solo porque es “igual al
varón”, sino en base a sus méritos, capacidades, eficiencia, etc., etc., ¡tal como nosotros!
¡Se las necesita madres!
¡Cuanta falta están haciendo hoy las madres! Su cariño y ternura, su exigencia y severidad, la persistente educación y disciplina.
El egoísmo es una
de las grandes fuerzas con las que se promueve el aborto. “Mi” cuerpo… Pero es
otra mentira. No se trata de su cuerpo. Es el cuerpo de una indefensa e
inocente criatura. Es el bebé al que debería amar y proteger. Y no importa si
fruto de una violación, ¡porque NO ES EL CULPABLE! Y porque si ella no lo
quiere, seguro otros lo querrán, para amarle como ellas no pueden. El afecto
natural es desterrado de sus corazones para exigir la muerte del inocente. Eso,
será juzgado con severidad.
Hoy se pretende
sacar a la mujer de una responsabilidad tan importante, ser madre, pretendiendo que “el
Estado” se encargará de la formación de los niños. O alguien más de por allí.
El resultado es que la sociedad, con familias destruidas, está cada vez peor.
Las mujeres han
tenido el honorable rol de educar y guiar a sus hijos, para forjar hombres de
bien, luchadores, transformadores de la historia. Y en este propósito deben continuar. ¿No se quiso asesinar a
Moisés, el gran legislador? ¿No se quiso hacer lo mismo con nuestro Salvador? ¡Y
cuántas vidas, cuántas promesas de hombres ilustres habrán sucumbido cegadas
por el asesinato masivo de los abortorios!