25/11/13

El evangelio de los intelectuales

Hace poco, nuestro hermano Jesús Adrián Romero, inició una polémica que incluyó ofensas y repudios de una buena cantidad de hermanos que se rasgaban las vestiduras con una afirmación suya: a Dios le importan más nuestros corazones que nuestra doctrina. No lo dijo así, pero es más o menos lo que quiso decir. Y por supuesto, a muchos nos pareció sospechoso. No obstante, luego de dilucidar el asunto, buena parte de nosotros lo apoyamos.
Cuando él explicó lo que quería decir, habló de la religiosidad que puede entorpecer nuestra obediencia, cuando ponemos la doctrina por encima de la compasión o el amor, por ejemplo. Y como quien le ayuda, pero sobre todo para que nos humillemos un poco reconociendo nuestras torpezas en diversos ámbitos y no solo en un caso como este, debo afirmar un punto más a su favor.
El evangelio que nuestro Dios ordenó predicar no es un evangelio dirigido a intelectuales solamente, sino en primer lugar a los sencillos. Resulta sin embargo, que por lo general los pastores que han pasado por un Seminario y donde la exigencia es intensa, asumen o suponen que el evangelio es para gente dedicada a los estudios. En especial a las letras. Y esto señores, no es así.
Es tiempo que se haga justicia al evangelio que Jesús nos ha encomendado, en el sentido que no podemos tomarlo como si fuera solo para inteligentes, para comenzar. ¿Cree usted que no se lo puede predicar a niños? ¿O a retardados por ejemplo? ¿O a jóvenes que nacieron con el síndrome down? ¿Cómo le predicamos a analfabetos si esto fuera así?
Aprovecho para jalar las orejas a mis hermanos que consideran que conocer teóricamente los principios del evangelio es suficiente. Ellos se consideran muy "bíblicos" ¡solo por eso! Me es conocida la afirmación escolarizada de algunos "conocedores": "ah, eso ya lo se...". En algunas iglesias he notado por ejemplo, que los estudios bíblicos son tan "elevados" que solo son para los que tienen estudios superiores. O de otro modo, son menospreciados por aquellos que consideran que el curso o la clase es para los iniciados.... porque para ellos es poca cosa. 
¿Qué nos está pasando? ¿Hemos convertido la Iglesia en una especie de élite universitaria? Yo no dudo que la enseñanza debe ser profunda. Pero debe asimismo ser sencilla. Además, la profundidad y sabiduría del evangelio  no son como los conocimientos o la sabiduría del mundo. La verdad se aprende en amor. Y como diría Santiago, en sabia mansedumbre. Y pienso yo, que los Seminarios e Instituciones para-eclesiásticas dedicadas a la enseñanza, deben reforzar este aspecto. Exigir conocimiento y análisis profundo e intenso, pero así también piedad y sencillez, porque la Iglesia es de los sencillos. 
Debemos cuidarnos, no sea que estemos poniendo tropiezo a los pequeños. Porque si un neófito puede caer en las garras de un hereje,  también es cierto que la gloria y experiencia vividas por un niño pueden ser menospreciadas y apagadas por un "sabio" que mas bien es solo un intelectual que apaga el entusiasmo y la alegría de un niño al que Dios se está revelando.
No pocas veces he tenido que animar a hermanos que luego de aprender un hermoso principio, fueron desanimados por los "conocedores". Y la verdad, estos conocían poco, pero se creían muy escrutadores. Su conocimiento generalmente es memorista y un tanto cerrado, sin análisis profundo o hermenéutica seria. Pero su vanidad los hacía errar y encima de ello poner tropiezo a sus hermanos. 
La Escritura nos aconseja algo importante desde esos preciosos versículos que nos recuerdan que el conocimiento envanece, pero el amor edifica. Así que conozcamos más, pero EN AMOR.

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