16/5/14

Maryam Yahya, por encima de la crueldad islámica y la indiferencia de occidente

La crueldad de Boko Haram nos ha dejado pasmados. Pero la crueldad del Islam en general, así como la de las mafias, va dejando una sensación de impotencia y de acomodo a esta violencia que envilece a la raza humana. Pareciera que todos nos vamos acostumbrando a esa crueldad. Nos vamos acomodando a vivir entre la escoria. Nos volvemos más hipócritas pretendiendo defender hasta a los animalitos pero dejando que seres humanos sean tratados peor que ellos. Más de 200 niñas raptadas para ser vendidas como esclavas, para ser violadas y tratadas de la manera más ruin parecen no haber conmovido mucho al mundo. El islam es protegido, defendido por muchos cándidos políticos occidentales, incluyendo al presidente de los Estados Unidos.
He escuchado por allí que esos son los grupos radicales, los fanáticos, los fundamentalistas. Y me pregunto: ¿no se dan cuenta que los Estados musulmanes hacen cosas semejantes sin ninguna misericordia? No se han enterado de las condenas a muerte de gente inocente, generalmente mujeres, que antes de ser asesinadas son brutal y salvajemente torturadas? ¿No saben que los matrimonios con niñas son cosa legal en esos países? ¿No saben que se mata a los cristianos solo por serlo? ¿De qué “religión” estamos hablando? ¿Y qué están haciendo los gobernantes respecto a esas maldades que proceden de grupos religiosos?
“Sobre uno grande hay otro mayor. Luego otro aún más grande y sobre todos el Señor.” Así decía una canción que me remite a una consoladora esperanza: el juicio de Dios. Porque además de la indiferencia de muchos, se añade la injusta condena de otros, como la de aquellos ateos que aprovechan cosas semejantes para ponernos a todos en un mismo grupo, pretendiendo que paguemos lo que otros hicieron. Sí, por supuesto, desde esa perspectiva la religión resulta abominable. Opio popular. Y quizá,  mientras piensan que así “su inteligencia y elevado nivel cultural o académico” los hace libres, procuren que también nosotros lleguemos a ser tratados de manera semejante a nuestros hermanos en estas tierras. 
Pero hay otro consuelo que tengo, al leer sobre estas cosas. Es esa valentía de mis hermanos que sufren en países musulmanes. Como la de Maryam Yahya Ibrahim, doctora de 27 años de edad, que cuando después de “concederle” tres días para renunciar a su fe, se le pregunta si se arrepiente de haberse embarazado con un cristiano y de haberse casado con él, ella, sabiendo que se la está condenando a muerte, con su bebé al lado, responde con esa fuerza y ese poder que solo nuestro Dios puede dar: “soy cristiana”.
Enmudezcan esos viles, en silencio queden sus amenazas y sus mentiras, porque surge una alabanza poderosa al Señor desde aquellos corazones que le aman, desde aquellos de los que el mundo no es digno, desde aquellos con quienes se establecerá una nueva tierra. Estos son mis hermanos, dondequiera que se encuentren. Y sí… sé que la petición de ellos en los cielos puede tener efectos en la tierra… *

Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (Ap. 6:10)

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