2/9/08

El triunfo de la misericordia

En tiempos de la ley mosaica, (no que haya caducado para el mundo, pero sí para los ungidos), se practicaba la llamada ley del talión. "Ojo por ojo y diente por diente" no era una frase. Los jueces tenían el permiso de infligir al culpable el mismo daño que él causó. Pero sucede que en nuestra sociedad ni siquiera la ley mosaica es tenida en cuenta. La gente pierde el sentido de equidad o de juicio. Y el concepto o el valor de justicia es desconocido por algunos.
Recuerdo dos ejemplos claros: El primero cuando hace algunos años, ayudando a un projimo, atrapamos a uno de los que le asaltaron y golpearon. El agredido, devolvió al asaltante los golpes tal como él los recibió. Le hizo sangrar la cabeza y le golpeó los genitales con un fierro. Mientras yo tenía al ladrón agarrado, me era difícil no soltarlo en esa situación. Trataba de comprender al otro, que repetia a cada momento que le hacía al otro lo mismo que le habían hecho. Cuando al rato lo vio como vencido, por golpes de algunos más, me dijo: "déjamelo, yo lo voy a llevar por allí y lo mato." Así de fácil. Entonces no pude dejar que realice su deseo. Lo vi peor que el delincuente a quien tenía sometido. Pero eso me lleva al segundo caso. Porque no son desconocidas las veces en que una turba ha pretendido hacer "justicia" por su propia mano. Y de hecho, esa no era justicia sino venganza. Solo que aun vista como venganza, fue generalmente desmedida.
Los justicieros terminan siendo peores que los ajusticiados. Porque sigo pensando: un ladrón es deplorable y debe ser castigado. Pero siempre es peor un asesino.
¿Cómo sucede esto? ¿Cómo es que la gente comun y corriente de pronto puede cmbiar tanto y hacer terribles cosas? Pues es sencillamente porque el pecado se agazapa en el corazón. Allí está. Y más vale estar avisados y atentos. Los peores son a veces descubiertos cuando juzgan a su projimo. Por eso, a la Iglesia se le ha dado una orden: no dar las perlas a los perros ni a los cerdos.

Al otro lado, superando inclusive la ley de Moisés, el Señor nos ha dado un mejor mandamiento: la de la misericordia. Y si bien no es tan fácil mantenerse en sus ámbitos, tiene enorme recompensa:
*Una de ellas es que triunfa sobre el juicio. Es decir, si usted recuerda que "con la medida que midas serás medido", y procura ser misericordioso/a, entonces será más fácil que alcance misericordia cuando sea juzgado.
*La persona misericordiosa perdona más facilmente. Eso resulta en su propia sanidad espiritual y sicológica.
*A la persona misericordiosa le es más sencillo ser felíz.
Ser misericordioso no significa necesariamente dejar sin castigo o corrección. Pero corrije, no destruye. Ser misericordioso es dar una oportunidad.
Hay uno que juzga con justo juicio. Y juzgará. Será bueno estar mejor preparados ese día. Además, este mundo clama por conocer la misericordia.
Bendiciones.

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