25/8/11

Mi Señor, mi conciencia y mi cultura

Registra la historia que el misionero Guillermo Carey se horrorizó con algunas creencias y prácticas de la cultura india. Resulta que fue testigo de la muerte de una mujer a la que quemaron viva junto al cuerpo de su marido fallecido. No pudiendo quedarse indiferente, se dispuso a intervenir con la mayor celeridad e intensidad posibles de modo que logró que se prohíba mediante ley tan descabellada y cruel práctica.

Este misionero contó que fue menospreciado no solo por la multitud que contempló a gritos y alaridos ese suceso, sino también por la propia mujer que iba a ser quemada. Y es que para ellos y para ella, eso estaba bien. ¿Qué problema tenía ese “gringo”? ¿No comprendía que esa era la gloria para ella? Pues bien, usted puede no ser un gringo, pero hay muchas cosas que debe cambiar en este mundo.

La ética de la gente se desenvuelve según sus creencias. Y como puede apreciarse en este ejemplo, no siempre será lo correcto. Claro, un “culto” positivista, objetivo y flemático, indiferente y cómplice, dirá que no hay por qué meterse con la cultura de la gente, de los pueblos, de las etnias. Al fin y al cabo, ¿Quiénes somos nosotros? Pero como muchos han entendido ya, no estamos en este mundo solo para observarlo, sino para transformarlo.

Jesucristo nos ha constituido en sal y luz de la tierra. Hemos sido puestos para bendecir, para reformar, para restaurar, para reconciliar. No, no podemos quedarnos solo observadores. Demasiado sufrimiento hay en la tierra como para quedarse de brazos cruzados. Mucha pobreza y miseria no solo por las injusticias sino, en muy buena medida, por las falencias de una cultura deformada con creencias torpes e inhumanas.

Lo que he relatado aconteció hace mucho tiempo, pero nuestras culturas necesitan ahora mismo ser transformadas. Esas culturas de las ciudades, en los barrios, en los edificios. Esas creencias y “estilos de vida” necesitan dirección urgente. Y no es solo cuestión política o didáctica. Cuando la palabra de Jesucristo se hace una con nosotros, entonces el cielo está tomando la tierra. Y eso es lo que tanto pedimos: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad…”. Levántese entonces!

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