En cierto tiempo, todas las revistas y los periódicos
hablaban de la "Maldición de los Kennedy". Pero si ese caso no
fuese sino pura especulación, lo que llamamos maldiciones generacionales o
cadenas de iniquidad no lo es.
Uno de los más crudos ejemplos de maldición generacional es
el pecado original. Es decir, un pecado, en potencia en este caso, que se
hereda. Pero no sólo se hereda la inclinación “natural” a pecar, sino también
la consecuencia. Por eso lo hombres mueren. Y eso es el resultado de lo que
hicieron los primeros padres.
La Biblia nos habla de diversos casos que ejemplifican la
verdad de este principio. Mencionaré algunos.
La maldición de Canaán: Génesis 9.
Noé maldijo a su nieto Canaán. En realidad, quiso maldecir
a Cam, pero siendo su hijo directamente, tuvo que desatarla sobre el hijo de
este, Canaán.
Esta maldición afectó a la descendencia de Cam. Y se cumplió
de modo que los cananeos fueron menos que los descendientes de Sem y Jafet. Luego,
sometidos por Israel en el tiempo de la toma de la tierra prometida, fueron
casi exterminados.
La maldición de Saúl: 2Samuel 21.
En tiempos del rey David, hubo hambruna en el pueblo. David
consulta al Señor a qué se debe esa desgracia y el Señor le respondió que era a
causa de Saúl. ¿Qué había hecho Saúl? Había asesinado a los gabaonitas. Pero no
sólo eso, sino que los mandó matar contra un pacto de protección que
anteriormente Josué había hecho con ellos.
Así, Saúl cometió un crimen con un agravante: quebrantó un
pacto. Eso repercutió en el pueblo de Israel puesto que se trataba de un líder.
¿Qué debía hacer David? Pues entregar lamentablemente a algunos descendientes
de Saúl. Y eso, aunque dejó de ser maldición para Israel, lo fue para esos
descendientes.
La maldición de la idolatría: Éxodo 20.
Hoy, sin saberlo, muchos viven maldiciones a causa del
pecado de sus padres, cuando no a causa de los propios. Y esto inicia por medio
de uno de los diez mandamientos, porque el segundo no sólo ordena no honrar a
las imágenes religiosas, sino que además advierte del castigo por
desobedecerlo. La consecuencia es precisamente una maldición que afecta a las
generaciones posteriores, ya que se advierte: “… porque Yo Soy Jehová tu Dios, fuerte,
celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y
cuarta generación…”.
¿Cómo discernirlas?
Las maldiciones son males atados a una persona, familia o
pueblo. A veces porque alguien con autoridad o derecho las declara. Otras,
porque algún pecado las origina. En cualquier caso, el enemigo siempre
encontrará estas causas para afligir a los trasgresores.
Como puede notarse en los ejemplos citados, hay maldiciones
pronunciadas por alguien, y que pueden atarse a las personas. En el caso de Noé,
como padre tenía autoridad sobre su hijo, pero sobre todo, podía hacerlo por cuanto
había sido gravemente afrentado por alguien que debería honrarle. Pero note
usted que hay mandamientos como el segundo, donde hay maldición explícita pronunciada
por Dios mismo, y que puede afectar a cualquier persona… y a su descendencia.
Aunque los hombres saben que van a morir, existen ciertas
condiciones que resultan extrañas, (allí está el curioso caso de los Kennedy). Cualquiera
sabe que puede enfermar, pero hay casos en donde varios en una familia pueden
padecer de cierta enfermedad sin que sea contagiosa. Por ejemplo, ¿cómo
calificamos desde el ámbito espiritual las enfermedades “hereditarias”? ¿No las
tendríamos de modo semejante al pecado original?
Ministrando personas afligidas, hemos hallado causas de maldiciones diversas, pasando por pactos negativos y pactos positivos quebrantados, ocultismo, blasfemia y otros pecados graves en general, Pero gracias a nuestro Señor Jesucristo, con algunas acciones de fe, han sido quitadas.
(Esta es una breve sección del escrito "El Próspero", a publicarse pronto)
(Esta es una breve sección del escrito "El Próspero", a publicarse pronto)